Agustina Cuzcueta, una adolescente de Villa María, vio su vida transformada de manera irreversible tras un ataque brutal que sufrió cuando tenía 16 años. Mientras circulaba en moto, un grupo de jóvenes le arrojó intencionalmente un hierro de gran peso a la cabeza, provocándole graves secuelas neurológicas que la dejaron sin independencia y con una lucha diaria por sobrevivir y rehabilitarse. Lo que parecía ser una vida llena de sueños y proyectos, quedó marcada para siempre por la violencia.

Los responsables del ataque fueron identificados: Juan Chiozzi (19), Gonzalo Mir (17) y Lautaro Vallejos Chiozzi (16), cuyos actos dejaron a Agustina al borde de la muerte. Para su familia, no se trata de una simple agresión, sino de un intento de homicidio que por azar no se concretó. Detrás de ella, su madre, Verónica Vílchez, encarna una doble batalla: cuidar de su hija en cada paso de la rehabilitación y enfrentar la impunidad que aún rodea a los agresores, quienes continúan generando hostigamientos y temor en la familia.

La exigencia es clara: que la causa sea elevada a juicio con la carátula correcta de intento de homicidio con agravantes. Para Verónica, y para quienes la acompañan, no se trata solo de justicia para Agustina, sino también de enviar un mensaje firme contra la impunidad y frenar el ciclo de violencia. La familia reclama un juicio que no solo castigue a los responsables, sino que les devuelva paz y seguridad, y que transforme el dolor en un paso hacia la reparación y la esperanza.