El día acaparaba los estruendos de unas decenas de motos con caño libre sonando a pocas cuadras. Me quedé detenido en unas frases de mi vecino de enfrente, ayer al cruzarlo en el supermercado: resulta que conocía de mi viaje reciente, esporádico, sencillo. Porqué, cómo, supo de ese destino; un incipiente recopilador de noticias comunitarias, que años atrás fue un popular conductor radial de un programa de Fm con cuarteto para grupos populares de escuchantes de la ciudad.

Hoy, camina algunos metros desde su hogar, apenas, como un ejercicio aeróbico rotundo, hacia las casas de un par de vecinos algo expuestos. Así, los intercepta, charlas imprecisas, muchas veces disparadas a partir de un ¿con quien juega River mañana? O, viste como jugó Boca anoche?

Atrás quedó su accionar como maletero de hotel, sus dotes de “carnavalesco seductor” con las oyentes del programa cuartetero todas las tardes. ¿Quedó atrás? O se movieron las percepciones, cambiaron las edades, se apagaron las radios?

Las interrupciones en las colas de supermercado, la charla de vereda a vereda, las frases aceleradas, rotosas, despintadas, de este muchacho de cuarenta y pico, son la piel apenas bronceada de un paisaje lejano.

¿Sabes quién es? Escuchaste sus palabras alzadas de tono, interrumpir tus viajes en colectivo, tus pedidos de golosinas en el kiosco del barrio? Te acompaño en camino al trabajo?

Es probable que lo hayas escuchado en alguna radio en un súper o ferretería, con su inconfundible tartamudeo acelerado antiradial por excelencia, pero que era una marca registrada de su estilo. Sus indirectas a las oyentes que les pedían entraditas para los bailes del fin de semana…

El mismo que se casó hace casi dos años, se mudó del tradicional Almirante Brown hacia un barrio en las afueras de la ciudad…

¿Sabíamos que sufrió ataques de pánico en plena cuarentena por esta situación que nos toca atravesar hace un año, de una pandemia de ciencia ficción?